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miércoles, 14 de abril de 2010

Hablan los CRITICOS: LUIS ALBERTO ROSAS


Cuando la tolerancia se transforma en disco:

Disco play, es el título de la pieza teatral escrita y dirigida por Darío Soto, que se estrenó en el Teatro Escena 8, y que arranca su segunda temporada en TEATREX; publicitada como “Espectáculo teatral en contra de la homofobia”. Estelarizada por: Deive Garcés, Alexander Zambrano, Rafael Marrero, Christopher Peinado, Patricia Pacheco, Gabriel Agüero, Fernando Moreno, Johanna González, Adolfo Nittoli, Jesús Cova y Sheila Monterola, está estructurada en 7 cuadros donde el autor expone distintas situaciones y personajes de la realidad venezolana de la comunidad Gay, Lesbiana, Bisexual y Transexual (GLBT).

No es novedad observar cómo este tipo de temas en los últimos años ha calado, no sólo en el público que pertenece a esta comunidad, sino al público heterosexual “mente abierta”, como se llaman en el argot citadino. Cada vez más se propagan manifestaciones, espectáculos, lecturas, encuentros y un sin número de eventos que difunden y promulgan la tolerancia y la no discriminación de los que han decidido su vida sexual de manera distinta a la mayoría de la población.

Disco Play ofrece la posibilidad de pasearse por un abanico de personajes involucrados en situaciones comunes y no tan comunes que muestran lo que pueden ser las costumbres y reacciones ante la vida de la comunidad GLBT. Temas como: Asumir la condición homosexual (“Salir del closet”); la rumba; la necesidad de un liderazgo gay en otros ámbitos de la vida ciudadana; las parejas ocasionales; la promiscuidad; el travestismo; entre otras, son la gama de temas recurrentes en la vida escogida de un (a) homosexual.

Darío Soto, en tanto escritor y director, tiene muy claro lo que quiere y así lo plantea sobre la escena, sus textos son inteligentes, corrosivos y llegan directo al espectador que se identifica rápidamente, porque el dramaturgo les habla en su mismo idioma, sin embargo, no se hace sectario ni impide que el mensaje llegue a las personas que no pertenecen a la condición homosexual. Su espectáculo escénicamente está cuidado y bien estructurado, con algunos bemoles técnicos normales por los cambios que implican las distintas representaciones para los siete cuadros de la obra en un mismo espacio, pero que con el correr de las temporadas estamos seguros se solventarán.

Al ser tan directo, Disco Play, goza de personajes casi reales, deben y son muy naturales para lograr su cercanía al espectador. Aunque es un grupo grande de histriones, se observa un nivel uniforme en las interpretaciones, quizás los más tímidos sean los más jóvenes y menos veteranos en las tablas. Destaca el trabajo cuidado de Adolfo Nittoli y Sheila Monterola, quienes llevan en sus hombros la historia en tono de drama de la que salen airosos y engrandecidos como profesionales de la actuación que son. Disfrutan y se comprometen con toda la seriedad del caso para romper con la risa que se transforma en mueca por lo planteado en la escena.

Quizás un poco de síntesis en el prólogo a la pieza pudiese permitir ganar al espectáculo energía de arranque y más soltura de los histriones más jóvenes: Fernando Moreno, Gabriel Agüero, Jesús Cova. Permitiría a nuestro parecer, la fluidez total de un espectáculo redondo. Aplaudimos el trabajo de dirección de arte de Darwin Angola en vestuarios y accesorios así como la producción llevada adelante.

En síntesis cuatro opciones que siguen dando argumentos para no dejar decaer el arte teatral en Caracas, opciones que divierten hacen reflexionar y llenan al espectador de posibilidades de entretenimiento, el teatro no desfallece, busca las maneras de sobrevivir y allí está tratando de hacerse un espacio entre los gustos del público caraqueño difícil de complacer y que no se despega de la evasión de la risa, veremos cuánto tiempo más estará riendo en su butaca…

jueves, 8 de abril de 2010

Hablan los Críticos. E.A. Moreno-Uribe


Para desgracia de los que proclaman que el arte teatral venezolano, o en concreto el caraqueño, está muerto, tenemos que contradecirlos e invitarlos a que salgan y busquen en las salas que están funcionando y se darán cuenta que las cosas no son así. Que si hay un movimiento que muestra no menos de diez espectáculos, bien sea para adultos o para niños, como lo difunden las carteleras publicitarias de los medios de comunicación impresos.
Y uno de los protagonistas de ese pujante y desacralizador movimiento teatral de gente joven es el autor y el director del espectáculo Disco Play. Él es pequeño de estatura, pero gigante en sus ambiciones e inmenso con su capacidad de trabajo. Es el actor Darío Soto (Caracas, 1983) y desde el pasado mes de marzo se ha convertido en la comidilla de los demás teatreros y del mismo público, ya que lo que presenta -primero lo hizo en el Teatro Escena 8 y ahora en lo muestra en Teatrex- rompe la tradición de los montajes sobre la temática homosexual o gay o GLBT.
Disco Play es una obra que enmarca las situaciones cotidianas de la comunidad GLBT venezolana, buscando desvincular los estigmas y estereotipos, comúnmente representados al tratar la homosexualidad, utilizando el lema “hablar del tema tanto, hasta que ya no sea tema”.
Por intermedio de siete cuadros (El Viaje, El gran armario, La disco, El show, Los camerinos y El gay parade) la pieza presenta de manera voyeurista, distintos momentos con el objetivo de sensibilizar y expresar diversos temas de gran interés en la sociedad para lograr atmósferas de tolerancia y cercanía.
-¿Por qué y para qué una pieza sobre temática homosexual?
-Escribir y montar una pieza de temática gay era una necesidad. Todo nace de un viaje a España que realice hace tres años y el cual para mi fue increíble como experiencia, al ver el avance legislativo y social que tienen allá las comunidades homosexuales. La experiencia fue de tal magnitud que tanto que mis manos no pararon de escribir en autobuses, aviones y aeropuertos. Al regresar a Caracas tenía gran parte de la obra. Aquí debo reiterar que como la homofobia en Venezuela es una enfermedad presente y latente, en mi agrupación, Academia de Arte Ad Libitum, hemos decidido encarar esos temas “fuertes” y desmitificarlos desde la escena.
-¿Esta satisfecho con lo logrado a nivel escénico?
- Mi obra, sin pudor alguno, puedo decir que me encanta, las actuaciones de los chicos, la música, el arte. Claro en un futuro, para una tercera temporada,cuando me encantaría poder tener más recursos para optimizar la producción.
-¿Cómo fue el proceso de creación literaria y cómo se lograron los ensayos?
- El proceso de creación literaria se dividió en tres etapas. La primera fue el nacimiento de la idea en España, la segunda fue la confrontación de lo escrito, ante un grupo de amigos, escritores, actores y directores. La última etapa sucedió durante los ensayos, donde, sin duda alguna, los actores improvisando reescribieron la ultima versión. El proceso de ensayo fue intenso y lúdico, partí de la relajación y de la creación de climas de trabajo armónico y dinámico. La investigación del tema fue fundamental, por lo que contamos con el apoyo de Venezuela Diversa, una asociación civil en pro de los derechos humanos de la comunidad LGBT.
-¿Qué autores venezolanos y foráneos lo inspiraron?
- Mi mayor influencia fue cinematográfica, por que es en el área que actualmente trabajo. Largometrajes como The Rocky horror picture show, 20cms, Cabaret, Reinas, Cachorros y Short bus fueron fuentes de inspiración.
-¿Estaría dispuesto a una revisión de su obra ara agregarle algo que se le haya quedado afuera?
- !Claro!, una obra con una temática tan vigente debe ser reescrita constantemente. Ojala pierda sentido rápido y ojala este demodé rápido. Porque eso hablaría de un avance socio cultural en Venezuela, algo que es necesario y urgente.
-¿Y el público caraqueño que le ha dicho?
-El público se ha portado maravilloso. Los comentarios más usuales son extraordinarios, porque da gusto ver a los jóvenes hablando de temas jóvenes. La comunidad gay ha encontrado en la obra una manera diferente de hablar del tema. Ha sido inmensamente gratificante ver familias enteras riendo y reflexionando con la obra.
-¿Terminó su incursión en la dramaturgia sobre temática gay o prepara algo más para el futuro?
-En teatro no se si vuelva a tratar el tema pero en cine, estoy escribiendo un guión que indaga aun mas en la intimidad de la comunidad LGBT.
Disco Play, que cuenta con el apoyo de la ONG Venezuela Diversa y el Colectivo LGTB Gamá de las Islas Canarias, está protagonizada por diez jóvenes actores del teatro y cine venezolano, como lo son: Rafael Marrero, Alexander Zambrano, Sheila Monterola, Adolfo Nittoli. Jesús Cova, Johanna González, Gabriel Agüero, Fernando Moreno Patricia Pacheco y Christopher Peinado.
Disco Play se presenta en su segunda temporada, en el Teatro Teatrex, en el C. C. Paseo El Hatillo, los días viernes, sábados a las 10:00 PM y domingos a las 8:00 PM.

lunes, 5 de abril de 2010

Hablan los Críticos. CARLOS HERRERA.


DISCO PLAY
Ser joven y artista implica arriesgar, buscar lenguajes para asimilarlos, contrastarlos, e ir delineando el suyo; expresar inquietudes sobre lo que el arte de hoy debe manifestar su correlación con lo social, cultural, político e ideológíco entre otras cosas; prepararse desde varios terrenos disciplinarios y multidisciplinarios y tener agallas para ir al encuentro con la dimensión de lo transdisplinario; debe de acopiar y manejar en grado óptimo distintas técnicas, saber ser perceptivo, agudo crítico y autocrítico en cuanto a la emanación de un discurso creador y que este pueda calar en la aprehensión de realidad del potencial consumidor de arte / cultura; debe estar abierto a confrontarse en, sobre y tras la escena a fin de crecer sin desmedro de sus convicciones, valores, ideas y juicios (esto último tendrá su dialéctica evolutiva con el pasar de las décadas) y desde ahí sugerir proyectos que estén o no, dentro de los cánones de gusto estético de su tiempo pero con el olfato y la sensatez de que hay que saberlos construir y sostener cuando sea requerido. En suma, esto y muchos más se le exige al creador teatral que aspire ser vanguardia, ser artista de su tiempo y como uno de los personajes de la obra Retrato de un artista adolescente de James Joyce argumentando sobre lo que es el arte: “-Arte (…) es la adaptación por el hombre de la materia o inteligible para un fin estético pero tú te acuerdas de los puercos y olvidas esto-“. Y sin ser tan metódicamente intelectual, se aspira que nuestra juventud apele a nutrirse de cosas vitales, de elementos esenciales, que asuma postura y decisión para la batalla con las ideas. Creo que Dario Soto es un joven con talante en lo personal, agudeza en lo intelectual, inteligente imaginación y olfato para el riesgo que, poco a poco irá decantando si sabe cual es su norte. Egresado del IUDET, con un excelente compañero de vida que le apoya en la hilvanación de proyectos, acompañado por talentos teatrales que sienten que su mirada puede concretar acciones coherentes en una sociedad donde el tabú, la doble moral, las mentiras de sobrevivencia, el juego suspicaz de la máscara de los roles y otras menudencias deben ser artilugios para quien decide asumir una condición sin tapujos pero sin escándalos de su sexualidad sean correcta y que no sienta el ominoso peso de la discriminación, se han aglutinado en la construcción de una producción que bien calza dentro de la filosofía / ideología del segmento GTLB nacional e internacional, es decir, hablar a esta sociedad venezolana que “mastica pero no termina de tragar” que la homosexualidad no es solo cuestión de una decisión personal, un estilo de vida, una inclinación sexual, una preferencia llena de iridiscencias multicolores desfocada, alocada o, en contados casos, de una manera de defender un derecho inalienable y propio de la condición humana: un albedrío y libertad consciente por una sexualidad sin miedos a si mismo y, menos aun, al “que dirán lo demás”. Ser “gay” u “homosexual” es una condición más que una actitud que debe concitar respeto y tolerancia de los otros. No somos distintos sino con preferencias definidas que si desde lo bíblico se nos quiere estigmatizar o, desde lo social a apartar, pues, creo que hay que hacerles saber que tenemos y asumimos una condición especial que no nos diferencia en sentir / padecer, amar / anhelar, soñar / perseverar por la condición de ciudadano, ser social, ser humano e individuo con deberes y derechos en el arranque de este milenio. Darío Soto, entre sus inicios se aplicó como actor pero luego asumió los campos de la dirección y la dramaturgia. En este último eslabón, ha pergeñado algunos textos (la mayoría inéditos y desconocemos su calidad de estructura dramática, temas y conflictos) pero ha logrado escenificar por los menos dos: El hermano de mi primo (2002) una “comedia absurda negra” en cuyo trasfondo temático explora “las diversas formas de encarar la verdad”. Entre 2009 y 2010, concluye y estrena (Marzo), Disco Play, otra comedia urticante con manejo más compacto de los resortes de la trama, figuración de personajes y sus asuntos existenciales y con un estilo dialógico que se inscribe en las formas conductuales de segmento social marcadamente juvenil pero que por ello no se anula si lo proyectamos a una esfera del mundo del “ambiente” donde ellos y ellas en sus preferencias sexuales, acotan el problema de la soledad, la urgencia de sus instintos no aceptados por el común denominador del status moral imperante y con buena dosis de sarcástico humor. El tema medular: ¡Un NO a la intolerancia homofóbica! Este lema manido para unos o desgastado para otros sigue estando en la mesa de lo social. Si la violencia de género da que hablar; si el racismo ya harta al mundo; si la xenofobia urtica la sensibilidad del planeta, si las ideas totalitarias frenan las libertades básicas del convivio social, pues la intolerancia homofóbica es un acto cobarde, irracional y desproporcionado en un mundo que aspira cambiar de paradigmas. Soto quizás en la constitución de su trama no ahondo con suficiente agudeza el tema. Sabemos que está tocando un asunto espinoso y que debe madurar como autor. Incluso, cuando el pasar de los años le obligue a retomar una re-lectura de este texto de juventud, posiblemente –si continua en la senda de lo dramatúrgico – a revisar el trasfondo del asunto y caer en conciencia crítica de sus debilidades. Estas no las demarcaré solo las insinúo ya que en el ensayo y error se aplica la máxima del aprendizaje. Mientras su compromiso sea decir verdades sin caer en recursos de estilo y no acentuar la densidad de los personajes, la estructura de los diálogos, el sentido de lo profundo de su mensaje podría quedar en lo externo. He ahí un reto a saber discurrir. Como espectáculo, Disco Play se arma en secciones visuales que va desde el batallar del salir del closet hasta situaciones de desenfreno existencial de sus personajes en eso que se llama la búsqueda de la pareja. Hay escenas contundentes como la que encarna con solidez escénica Adolfo Nittoli y Sheila Monterola cuando uno de los personajes que asume su inclinación al travestismo sin ser gay y teniendo una esposa que desconoce sus inquietudes artísticas de la noche, hacen una escena de teatro en el teatro y ahí, lo catártico de una verdad provocadora, cruel, feroz, que hace que el espectador pase de la risa desbocada al silencio reflexivo. Un momento lúcido y acerado de parte de Soto pero que en la escenificación, provocó estupefacción, asombro y desconcierto en la recepción y no porque estuviese mal construida sino por su dureza dramática. Claro, dos actores con una potencia excepcional que sacaron lo orgánico y lo restregaron a la percepción / recepción de una platea que se quedo boquiabierta. El ritmo de Disco Play fue álgido, veloz, cambiante y con un dejo de exultación que nada tiene que envidiarle a piezas del mismo corte vistas en otros tiempos pero con distintos temas sobre la condición del gay en cada momento social. La parte inicial algo larga que pudo comprimirse para acentuar el valor significante de las búsquedas de cada ser. La escena de los amantes desconocidos, conclusiva y certera. La resolución de la escena de la Drag Quuen soberbia y uff!!, gozosa en su soltura histriónica y la potencia de que mostrar de ese mundo para unos “bizarro” para otros parte del ritmo normal de las noches de ambiente. Un montaje que se sabía exitoso y así lo confirmo, la asistencia en la Escena 8 (próximamente en la Sala Teatrex de El Hatillo, valga la cuña), buen ritmo, una plantilla actoral imbuida de energía donde había un cierto desequilibrio entre los que son más actores de tablas que profesionales de otros ámbitos de la moda, las pasarelas o lo medios televisivos, pero que en suma, se abocaron a constituir una propuesta que satisfizo, alegro y punzo la sensibilidad de un segmento del aforo que el día final de la temporada, estuvimos ahí para constatar que la vida sin ser un Disco Play puede ser menos ficción que lo que la realidad en si, es. Mi considerado aplauso a Deive Garcés, Rafael Marrero, Christopher Peinado, Patricia Pacheco, Gabriel Agüero (muy aplomado y eficaz en su sentido de componer su angustioso personaje) Fernando Moreno, Johana González, Jesús Cova y ¡claro esta!, a Adolfo Nittoli y Sheila Monterola (que desde ya sin problemas éticos, les digo que están de premio). Un staff actoral que supo acompañar a Darío Soto en este exitoso momento de su carrera. Por su parte, el team no estaría compactado sin la intervención puntual de la dirección de arte y producción de Darwin Angola, el trabajo de dirección de fotografía, cámara y concepto cinematográfico de José Antonio Valera, el maquillaje de Daniel Izquierdo y el apoyo real y sostenido de otros (as) que desde atrás del escenario, en la cabina técnica y en la fase de pre producción y producción de Disco Play fueron esenciales. A todos, mis congratulaciones.